A medida que la década de los ’80 va llegando a su fin se observa una mayor madurez de Bochini, ya sin la elasticidad ni la rapidez de sus tiempos juveniles, pero supliéndolo con la experiencia ganada y unas excepcionales capacidades de mapeo del campo de juego, orquestación de jugadas, eficiencia en el manejo de energía física y perfeccionamiento de sus toques sutiles y precisos.